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06 noviembre 2007

Sin título

Como me dio por poner relatos, hoy os presento uno que hice hace unos cuantos meses. Lo encontré hoy, y a veces, hasta yo misma me sorprendo de lo que sale de mi xD. Espero que lo disfruteis^^.

Es una noche realmente fría, la leve niebla difumina los bajos de las casas de la ciudad, la cual puedo contemplar desde lo alto de esta pequeña montaña. A lo lejos veo como el mar está inquieto, nervioso, mientras una luna llena luce su esplendor en el oscuro cielo, del que apenas se pueden encontrar estrellas.

El viento agita con fuerza mis largos cabellos negros como el azabache, tapando mi pálida piel, la cual aún lo parece más con el brillo de tan hermosa esfera.

«Sí, una bonita noche.»

Y entonces, te acercas a mi cual pajarillo perdido en la niebla. Me miras esperando a que reaccione pues tu corazón late con fuerza, puedo escucharlo desde aquí, no...lo siento. Siento tu inseguridad y tu nerviosismo, tu ansia, tu amor y tu dolor…

Oh, perdóname, pequeña…lamento el causarte tanto dolor. Por mucho que parezca mentira que alguien como yo pueda decir algo así, te aseguro que lo lamento y diría que desde el fondo de mi alma si la tuviera. Pero ni siquiera un ser como yo pudo vencer tu belleza: tus cabellos castaños, tu rosada piel, tus ojos color esperanza, tus labios, tu perfecto cuello,…

Los acaricio. Hago pasar tus mechones de ese sedoso pelo liso entre mis dedos, entrelazándolos, mientras acaricio tus mejillas, de un color rojizo enfermizo. Y así me voy perdiendo en tu mirada, en esos ojos verdes que brillan como los de una inocente niña. Y sonríes entrecortadamente ante la mía, fría, sin brillo y terrorífica. Pero para ti no, tú no la temes, siempre has contemplado mis ojos como si en ellos encontraras un mundo nuevo en el cual las cadenas que atan tus muñecas no existen y vuelas libre, feliz. Aunque ese mundo no es real, solo es una ilusión que has creado en tu interior para huir de todo. Y lo sabes, eso es lo peor, sabes que no es posible y que acabaras borrándolo todo.

Una lágrima no ha aguantado más esa presión que ejercías sobre ella y ha resbalado por tu piel, dejando que mis dedos la secaran, tardando en separar la mano de tu cara.

Y te miro. Y me miras. Y comienza a llover.

Una gota cae sobre tu hombro, y otra, y otra…. Pronto nos hemos quedado empapados. Ahora tus lágrimas se confunden con las gotas de lluvia que caen precipitadamente del cielo para morir sobre la tierra. Aún así, mis manos se niegan a dejar tu triste rostro. La nariz se te ha tornado roja conjuntando con las mejillas. El cabello te cae mojado tapando tus infantiles facciones. Mientras me relamo observando tus labios, ansiando caer sobre ellos y mordisquearlos poco a poco para ir descendiendo hasta tu cuello lamiéndolo con lentitud, conteniendo las ganas de desgarrarlo y beber de tu dulce agua. Como tantas veces me has dejado hacer. Pero hoy no puedo, ¿Cierto? Hoy acabaras con todo, mi pequeña princesa. Y así pues, termina todo… ¿O más bien debería decir “comienza”?. Para mi finalizan las noches junto a ti, disfrutando de tu belleza y tu pasión. Y tú empezaras a vivir, sin haber de huir por las noches en busca de mi encuentro, podrás olvidarte de este amor y conseguirás ser feliz. O eso es lo que espero…

Doy media vuelta para contemplar, quizá la que será la última vez, la inmensa ciudad que yace a los pies de la montaña extendiéndose hasta la orilla del mar. Pero una de tus pequeñas y delicadas manos me ha agarrado de la gabardina negra que llevo, la de siempre. Te miro de nuevo, pero no me respondes del mismo modo que yo, tus ojos están clavados en una inmensa oscuridad. Levanto tu rostro, el cual se mantiene rosado brillando con el resplandor de la noche, y lo acaricio suavemente.

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